martes, 30 de junio de 2009

Así empezamos...

Todo proyecto nace de una idea. Nuestra idea fue tomando forma y hoy estamos a unos pasos de verla convertida en realidad.
Queremos, principalmente, dirigirnos a los niños y a los adolescentes. Queremos formar una nueva generación de lectores, de "imaginadores", de tomadores de la palabra.
Nuestro primer libro va dirigido a niños entre 4 y 8 años. Son cuentos inventados por niños, que toman personajes de sus mentes creadoras y juegan a salir y crearse sus propias historias. Nosotros le dimos forma, le dimos un orden narrativo, pero la esencia, la magia es producto de mentes infantiles.
Así empezamos a soñar...

Hoy el sueño se convirtió en esto...


Y como regalito, un cuentito:

LA LEYENDA DEL DELFURÓN, CHIJETE

Cuenta una leyenda entrerriana, que hace muchos, pero muchos años, en las aguas del río Uruguay habitaba un tiburón, que llamaba la atención porque no suelen vivir en ríos estos animales de aguas saladas.

Mucho tiempo los habitantes de Colón trataron de investigar las causas por las cuales este tiburón se paseaba en este río como si fuera su hábitat natural. Y parece ser que el motivo en el que todos coincidían era que este tiburón se había enamorado de una hermosa delfín hembra que también vivía en este río.

Esta extraña pareja era el atractivo turístico de la zona. De todas partes del país, y del exterior, venían a verlos. La delfín hacía piruetas en el aire, largaba chorritos graciosos de agua por su nariz, se acercaba a las costas para que toda la gente la viera, sobre todo los niños, que eran los que más disfrutaban.

En cuanto al tiburón, jamás le hizo daño a nadie. Al principio, lo miraban con miedo, casi con terror, pero después, cuando comprendieron su amor por la delfín, y que era inofensivo, le perdieron totalmente el miedo y lo disfrutaban tanto como a su amada delfín.

Pasó el tiempo, y la exótica pareja se reprodujo. Tuvieron una cría más extraña aún. Era una mezcla sabia entre el tiburón papá y la delfín mamá. El bebé tenía la cara de delfín y la aleta del tiburón.

Pero , ¿era un tiburón? ¿Era un delfín? No, la gente lo llamó: delfurón. Y creyó hacer justicia.

El delfurón era muy amigo de los niños. Siempre andaba cerca de la orilla, cuidando que ninguno se alejara demasiado y corriera riesgo alguno.

Pero una tarde, de sol hermoso y radiante, en que la playa estaba llena de gente, se oyó el grito desgarrado de una madre: su pequeña hija se había extraviado.

A pesar de que no la había perdido de vista ni un minuto, la niña ya no estaba junto a ella, ni en la orilla, ni en el agua.

Había desaparecido.

Todo el lugar se conmovió con la desgraciada noticia y se pusieron a buscar a la nena, que seguía sin aparecer.

No quedó una sola persona en el agua, todos habían salido para solidarizarse con los padres desesperados que no hallaban consuelo.

La buscaron por la arena, en cada playa, entre la gente, pero no había novedades.

La búsqueda duró horas, interminables, tormentosas, angustiantes, desesperadas, y cuando ya se esperaba lo peor, cuando ya se creían perdidas todas las esperanzas, se oyó un nuevo grito:

- ¡Miren! ¡Allá! ¡Allá!

Todas las miradas se dirigieron hacia el lugar indicado por esa persona desconocida.

Desde la otra playa, venía el delfurón trayendo en su lomo a la pequeña niña, asustada y emocionada a la vez.

El pequeño delfurón llegó directamente a los padres de la nena y se la entregó al calor de los aplausos de toda la gente, los gritos de alegría y las lágrimas de felicidad.

Sin embargo, la nena no quería bajarse de su salvador, estaba feliz por reencontrarse con sus padres pero no quería perder al delfurón. Lo abrazó con los ojitos llorosos y le puso como nombre: Chijete.

Al sentir ese abrazo tan cálido y un nombre propio, el delfurón tampoco quiso abandonar a la niña y lo que sucedió en ese lugar y en ese momento, frente a todos los presentes, fue algo que ha pasado a la historia y permanecido en el corazón de la gente.

El delfurón, Chijete, comenzó a transformarse. Su piel suave y gris sufrió una espectacular metamorfosis y lentamente fue cambiando de color y adquiriendo la textura de una especie de goma o un material similar, capaz de inflarse y desinflarse para poder llevarse a cualquier lugar sin ocupar demasiado espacio, y estando inflado, poder acompañar a los niños al agua y cuidar de ellos.

Desde ese momento, no hay un solo niño que entre al agua, en Entre Ríos o en cualquier río o mar del mundo, sin su delfurón Chijete, un simpático inflable que recuerda a aquel maravilloso y tierno animal que salvó la vida de una pequeña niña.